Cada 24 de septiembre se conmemora el Día Mundial de la Investigación en Cáncer. Uno de los principales desafíos en la lucha contra el cáncer es seguir desarrollando e impulsando la investigación como parte esencial para ralentizar el avance de la enfermedad y mejorar aún más las tasas de supervivencia y la calidad de vida de las personas.
En el marco de esta fecha, el Dr. Ernesto Gil Deza, Director de Investigación y Docencia del Instituto Oncológico Henry Moore, nos comparte la siguiente columna de opinión.
Los seres humanos somos naturalmente curiosos.
Nos sentimos atraídos por algo que estimula nuestros sentidos o por una idea que ronda nuestra cabeza.
Allí nace la investigación: en el deseo de conocer el mundo que nos rodea o aclarar las ideas que tenemos en la mente.
Investigar es observar y comprender.
El gran físico y museólogo, que falleció hace poco, Jorge Wagensberg, dice en su texto “Teoría de la creatividad”: “Observar es la capacidad de ver lo diferente entre los iguales; y comprender es la capacidad de ver lo similar entre los distintos”.
A eso nos dedicamos cotidianamente los que investigamos, tratamos de observar y comprender lo que sucede a nuestro alrededor.
En una institución médica siempre suceden muchas cosas y por lo tanto estamos permanentemente aprendiendo cómo podemos servir mejor a nuestros pacientes.
Toda mejora es fruto de una investigación para perfeccionar nuestra tarea.
Por eso la investigación tiene dos componentes: uno es el diseño de procesos, registros, datos, todos los elementos que constituyen los fundamentos, los hechos, los números y el otro es la creatividad, la búsqueda, el análisis, la contrastación con la realidad.
El gran gestor de la investigación en el Instituto Henry Moore fue su fundador el Dr. Felipe Gustavo Gercovich, quien tenía una gran pasión por el análisis científico de los procesos y la toma racional de decisiones.
Él me convocó para ser el Director de Investigación y Docencia y durante veinticinco años trabajamos juntos.
Encarnamos un equipo en el que resultaba difícil saber quién hizo qué, ambos pensábamos de la misma manera y nos apasionaba descubrir que nuestras hipótesis estaban acertadas o equivocadas, siempre aprendíamos.
Se emprendieron muchos procesos para generar conocimiento: se digitalizaron las historias clínicas en el año 2000, se implementó un sistema de calidad, se registraron los antecedentes clínicos declarados por los pacientes; se estableció un sistema único de seguridad del paciente.
Codificamos los datos y la evolución de más de cincuenta mil pacientes adultos con cáncer seguidos en los últimos veinticinco años.
Tenemos la posibilidad de contrastar nuestros resultados con un número similar de pacientes tratados por una red de oncólogos que trabajan en el interior del país.
Contamos con más de un millón de prescripciones auditadas.
Diseñamos el más riguroso sistema de detección y prevención de errores prescriptivos en nuestro medio.
Todos estos estudios se han llevado a cabo observando, registrando, analizando y comprendiendo el trabajo cotidiano.
Es tanto un modo de ser como una manera de hacer.
El otro gran recurso de la investigación es la Experimentación humana, que es un capítulo de extraordinaria importancia.
En los ensayos clínicos los pacientes de un modo libre aceptan participar de un experimento, a veces es la única manera de obtener una respuesta en medicina, estos ensayos deben ser éticos y rigurosos, sin lo primero se lesionan los derechos humanos y sin lo segundo sus resultados no son confiables.
El conocimiento de las investigaciones debe estar disponible para que todos nos beneficiemos con él.
Todo esto es la base del “Observatorio del cáncer” con el que anhelamos ayudar al progreso de la oncología.
El progreso se logra mejorando lo que uno u otros han llevado a cabo y por lo tanto debe formar parte nuestro servicio a la sociedad: que esté disponible lo que nosotros hacemos, para que otros apliquen lo que sabemos y perfeccionen lo que hicimos.
Ernesto Gil Deza, Director de Investigación y Docencia del Instituto Oncológico Henry Moore