Así se refiere el director de Investigación y Docencia del Instituto Oncológico Henry Moore, Ernesto Gil Deza, sobre el rol de la auditoría médica, un componente fundamental para garantizar un sistema de salud seguro y accesible.
La auditoría es un proceso que tiene como función principal lograr que los pacientes reciban el mejor tratamiento disponible, evitando errores previsibles.
En el IOHM la auditoría de un tratamiento comienza con la prescripción médica, que no se trata solo de la receta que se enviará a la farmacia, sino de un análisis profundo para asegurar que la prescripción sea la adecuada para cada paciente.
A lo largo de los últimos 25 años el IOHM auditó 1.300.000 de prescripciones en el país y detectó 13.000 errores prescriptivos que se corrigieron.
El procedimiento comienza con una evaluación integral, que verifica que la prescripción se ajusta al diagnóstico, al estado de la enfermedad, a la edad y al estado general del paciente.
Al mismo tiempo, trabaja en la detección de errores. En caso de encontrar algún aspecto inadecuado en la prescripción, el médico auditor se reúne con el profesional correspondiente para hacer una evaluación conjunta.
Las estadísticas del Instituto revelan que uno de cada cien tratamientos presenta algún error de prescripción, un dato que resalta la importancia de esta labor que tiene como finalidad garantizar la seguridad y eficacia de los tratamientos médicos.
“Para nosotros el punto más importante de la auditoría es permitirle al médico un espacio de libertad y discusión del caso clínico con un par que comprenda aquello que desea hacer, y que de alguna manera compruebe si eso que desea, es factible, útil y puede servirle al paciente”, observa Gil Deza.
Para el profesional, el proceso de auditoría “es una enorme oportunidad y a la vez una gran seguridad, porque permite que otros miren lo que el médico tratante está haciendo, que pueda manifestar si está de acuerdo y a la vez reflexionar sobre lo que es mejor y sobre cuáles son las razones que llevan a elegir un tratamiento y no otro”.
El médico y docente resalta que es fundamental el trabajo en equipo, “algo que se declama mucho pero se practica poco” y advierte que en oncología hay dos figuras importantes para la protección del paciente: el auditor y el profesional de enfermería..
“El auditor es un médico que observa lo se indica, ayuda a elegir mejor el tratamiento del paciente y en algunos casos detecta errores en la prescripción, evitando que el paciente padezca ese error”, explica y agrega: “el segundo auxiliar indispensable en el equipo es el enfermero, que es el último límite que puede evitar que un error lo padezca un paciente”.
Como todo ser humano, los médicos son falibles y capaces de cometer errores. La auditoría es el paso esencial que permite revisar la prescripción y asegurar que el paciente estará bajo el mejor tratamiento disponible.
A la hora de hablar de costos, “no hay nada más caro que tratar mal a un enfermo”, añade Gil Deza y apunta: “el médico que trata mal a un enfermo por exceso o por defecto, está incurriendo en un costo injustificable” y sentencia que “el único costo que se justifica es tratar bien a un enfermo”. En definitiva, un paciente no está bien tratado porque se le brindó todo lo que está disponible, porque de todo lo disponible algunas cosas pueden serle útiles y otras no.
Finalmente, Gil Deza sostiene que es importante salir de la idea de la auditoría como un impedimento, para pasar a pensarla como un auxilio, donde el médico puede optimizar el tratamiento de una persona enferma; una herramienta valiosa que forma parte de todo el proceso de atención y ayuda con otra mirada que perfecciona al médico prescriptor y al tratamiento.
“Es necesario sumar otras voces experimentadas, porque no debemos perder de vista que no importa el rol que tengamos, sino que el único objetivo de nuestro arte es cuidar y beneficiar a las personas enfermas; preservarlos a ellos y sus familias y perseguir el mayor bien del paciente”, concluye.