Cada segundo sábado de octubre se celebra el Día Mundial de los Cuidados Paliativos con el propósito de difundir esta modalidad terapéutica, que aborda la calidad de vida de pacientes con enfermedades crónicas graves y de sus familias. Este año el lema es “Comunidades compasivas: juntos por los cuidados paliativos”.
“Los cuidados paliativos son uno de los avances más importantes de la medicina moderna y surgen como la respuesta humana a la medicina tecnocrática. De alguna manera une la medicina más moderna con los cuidados humanitarios más clásicos” explica el Dr. Ernesto Gil Deza, Director de Investigación y Docencia en Instituto Oncológico Henry Moore.
El médico oncólogo hace un repaso histórico y explica que “los tratamientos de la medicina de Hipócrates hasta el siglo XX, fueron fundamentalmente paliativos, para aliviar el sufrimiento. A partir del siglo XX y sobre todo con la aparición de los antibióticos, de las anestesias y las grandes cirugías, así como también la radioterapia, la inmunoterapia y la medicina científica, se generó un movimiento en el cual la técnica parecía ser más importante que la humanidad en sí misma”. Gil Deza añade que la aparición e intensificación de las nuevas tecnologías llevó, en la década del ´80 “a darnos cuenta que se había perdido humanidad”. “El médico no estaba preparado para acompañar al paciente sufriente de enfermedades incurables” agrega.
Fue entonces que surge el movimiento de fomento de los cuidados paliativos iniciado por la enfermera y trabajadora social Cicely Saunders, en Inglaterra, que propugna la atención de los enfermos terminales en establecimientos especializados (Hospice) donde residen y son atendidos, de forma adecuada, durante el último periodo de su vida. Una práctica pensada en cuidar que la persona enferma sufra lo menos posible y a la vez, cuidar a la familia y acompañar en este proceso.
“Los cuidados paliativos son una herramienta muy valiosa que tenemos los profesionales de la salud para acompañar a los pacientes sufrientes, dolientes, cuando ya no hay más respuestas desde la ciencia”, sintetiza Gil Deza.
A lo largo del tiempo, los cuidados paliativos evolucionaron, profundizaron sus conocimientos y extendieron sus dominios. De este modo se comenzaron a producir trabajos científicos que demostraron la mejor manera de aliviar los síntomas y el dolor y tanto es así que -señala Gil Deza- “los cuidados paliativos deben estar presentes desde la primera consulta oncológica”.
“Hoy sabemos que son enormemente eficientes, el alivio del dolor puede prolongar la vida y el control de los síntomas puede mejorar la calidad de vida, la tolerancia y la respuesta de los tratamientos” advierte Gil Deza. E insiste en que los cuidados paliativos “son tremendamente importantes desde el punto de vista médico, científico, clínico y hay evidencia muy dura de su eficacia terapéutica”.
Pero además los cuidados paliativos ayudan a que el enfermo, la familia y el médico estén mejor cuidados a partir de la construcción de equipos multidisciplinarios de trabajo que empiezan a aplicar el concepto de “cuidar” desde el principio y no al final, de modo que sea “una transición”. Hoy los cuidados paliativos están incorporados como una rama más de la medicina, necesaria para transitar el dolor y no padecerlo.
Ernesto Gil Deza profundiza sobre esta disciplina y sostiene que “hay tres conocimientos médicos que son comunes a cualquier especialidad: la historia de la medicina, la ética médica y los cuidados paliativos” y distingue a estos últimos como “algo mucho más esencial al arte médico que ninguna otra cosa”.
“Es el médico que es capaz de acompañar y es capaz de ver al paciente durante todo el transcurso de la enfermedad” describe y subraya que “el paciente es una persona con una dolencia en determinado momento de su vida y no siempre”.
Aun reconociendo la enorme importancia del progreso de la medicina, brindar cuidados paliativos es revalorizar a la persona humana como el centro y objeto del cuidado de la medicina.
“Los cuidados paliativos enseñan a mirar lo que nadie quiere ver, a decir lo que nadie quiere oír, y a escuchar lo que ningún médico quiere percibir. Pero si aprendemos a ver, si aprendemos a escuchar, si aprendemos a decir, vamos a ver que hay una enorme cantidad de vida que muchas veces les expropiamos a los enfermos detrás de quimeras y esperanzas falsas” reflexiona finalmente Ernesto Gil Deza y concluye: “Es aceptar que va a llegar un momento inevitable pero que se puede transitar de otra manera”.