El 4 de febrero se conmemora el Día Mundial Contra el Cáncer, una fecha que tiene como objetivo movilizar y concientizar para avanzar sobre la prevención y los controles frecuentes sobre la enfermedad.
Propuesta por la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (CIIC) y la Unión Internacional contra el Cáncer (UICC), este día insta de manera colectiva e individual, a comprometernos para fortalecer las acciones destinadas a mejorar la atención, la detección temprana, el tratamiento y los cuidados paliativos.
Para profundizar sobre el alcance de esta iniciativa global, que para el período 2022-2024 tiene el lema “Por unos cuidados más justos”, dialogamos con el Dr. Ernesto Gil Deza, médico oncólogo y Director de Investigación y Docencia en Instituto Oncológico Henry Moore .
¿Por qué es tan importante esta fecha?
Tener un día de Lucha contra el cáncer nos permite reflexionar sobre las maneras que tenemos para cuidar a los pacientes, reconociendo que el cáncer es la segunda causa de muerte en el mundo civilizado. A medida que vamos avanzando en edad, su frecuencia es cada vez mayor, de tal manera que esta fecha nos permite visibilizar de qué modo podemos actuar para evitar, en la medida de lo posible, la aparición de un cáncer; detectarlo tempranamente; curarlo adecuadamente con la menor agresividad o bien convivir con él de la mejor manera posible hasta el fin de nuestros días.
¿Qué implicancia tiene el tema “Cuidados más justos”?
Tiene que ver con una realidad que es chocante para la mayoría de los que hacemos medicina. Hay un número importante de pacientes que podrían ser tratados de modos menos agresivos y con mayor chance de curación y que lamentablemente por razones socioeconómicas, culturales o educativas, no acceden.
En Estados Unidos, por ejemplo, hay una diferencia sustancial de supervivencia por razas en el cáncer de cuello uterino. Mientras la gente de raza blanca tiene un 71 por ciento de chances de curación, los pacientes de raza negra, un 40 por ciento.
La raza no tiene un fundamento biológico que determine estos porcentajes; lo que ocurre es que las personas de clase media alta educada (predominantemente de raza blanca en USA) tiene más posibilidad de acceder a tratamientos de curación que aquellos de clase media baja o con carencia de educación (predominantemente de raza negra en USA).
¿Qué acciones se deberían implementar para acortar esa brecha en el acceso?
Hay mucho sobre lo que tenemos que pensar cuando hablamos de saldar esa grieta en el tratamiento del cáncer. En primer lugar, deberíamos luchar para que la población adquiera hábitos más saludables. El primer paso debería ser enfrentar el tabaco y la obesidad, dos hábitos que aumentaron con la pandemia. Por eso tenemos que ser firmes impulsores de la prevención primaria en estos dos aspectos. En segundo lugar con la prevención secundaria y terciaria. La experiencia que nosotros tenemos estudiando el efecto de la pandemia es que, en los cinco tumores en que había una incidencia de carcinomas in situ, que son el cáncer de mama; de colon; de próstata; de cuello uterino y el melanoma, la pandemia tuvo un impacto tal que desaparecieron prácticamente los tumores en estadíos tempranos. Esto revela que hubo una desaceleración muy fuerte en la prevención, que nos interpela a volver a estimular a la gente para que vuelva a la consulta médica y a adoptar nuevamente medidas preventivas. Debemos salir de la pandemia del miedo. La campaña de LALCEC en ese sentido es excelente.
¿Sólo en el acceso al tratamiento debe existir la equidad cuando hablamos de cáncer?
No. Definitivamente tiene que ver con tener acceso a los centros especializados de tratamiento; pero también con el acceso al diagnóstico de la patología molecular y genómica. Una enorme cantidad de tratamientos se definen no sólo por los tipos de tumores sino por las vías moleculares por las cuales los tumores crecen.
También el acceso a las nuevas terapias, y para esto es necesario trabajar por la accesibilidad a nuevos tratamientos, que supone un enorme esfuerzo por parte de la industria farmacéutica a precios más justos. Hoy es imposible acceder a algunas medicinas por sus altísimos costos, entonces debe haber un esfuerzo social, así como se hizo con las vacunas, para lograr que quienes lo necesitan, puedan acceder a medicamentos y que su precio desproporcionadamente alto, no se transforme en un obstáculo por el cual la gente no llega al medicamento. Ningún avance es válido en medicina si es inaccesible para quien lo necesita.
Si hablamos de cuidados más justos tenemos que hablar de la accesibilidad de todo lo disponible para el paciente oncológico, desde el diagnóstico hasta el cuidado paliativo y el cuidado de la familia.
¿Con qué herramientas se acortan estas distancias?
Es necesario entender que tenemos que tender varios puentes para cerrar las brechas que son tanto de acceso como de conocimiento; a los tratamientos y al cuidado integral del paciente en el final de la vida. Y por supuesto también del acceso a las investigaciones clínicas, porque sin investigación no hay progreso. La reflexión del Día del Paciente Oncológico tiene que llevarnos a pensar en todo esto y analizar desde dónde puede trabajar cada uno.
Este 2023 el IOHM cumple 25 años al servicio del paciente oncológico. ¿Cómo transitan este cuarto de siglo y por qué son un centro de referencia?
En el Instituto trabajamos para llevar a la práctica todo esto que estamos hablando, constituyendo un grupo de trabajo multidisciplinario donde el paciente es el centro de la atención. Trabajamos principalmente con pacientes oncológicos adultos con tres equipos de asistencia: oncohematológico, oncourológico y de tumores sólidos al servicio del paciente, brindándole una atención personalizada y con tratamientos de acuerdo a los niveles más elevados de evidencia científica. E intentamos que el paciente acceda a los tratamientos más adecuados para cada una de sus dolencias según la etapa que esté transitando.
Pero además, en el IOHM ponemos en práctica todo lo que pregonamos. Lo que hacemos con nuestros pacientes es lo que también enseñamos a los alumnos en la Universidad del Salvador y lo que difundimos en todos los eventos científicos de los que participamos.
Hay un modelo centrado en la accesibilidad y en la racionalidad que permite cubrir las dos aristas del problema y así podemos tratar de la mejor manera posible a nuestros pacientes.
Finalmente, ¿Qué reflexión hace sobre esta fecha tan significativa para el IOHM?
A modo de reflexión quiero señalar que es necesario comprender que el cáncer no es un accidente, sino una condición que se va a presentar en nuestra vida en virtud de nuestra biología. Y por lo tanto, si lo negamos o le tenemos miedo, nos va a sorprender. Una de las maneras para enfrentar el problema es saber que el cáncer es una vulnerabilidad de nuestra biología. Si de todas las enfermedades nos curáramos y de todos los accidentes sobreviviéramos, el cáncer sería la enfermedad que nuestro legado genético mantendría, porque es una condición inherente a su propia biología: las mutaciones son imprescindibles para poder evolucionar. Por eso el cáncer es el precio que la vida está dispuesta a pagar para poder evolucionar. Dicho esto, la manera de enfrentar el problema es con realismo y humildad.
El realismo supone mirar con los ojos abiertos. Y la humildad, comprender que si nos sentimos invulnerables el cáncer va a ser una sorpresa inesperada. Pero si sabemos que somos vulnerables, podemos tratar de evitarlo, controlarlo tempranamente, tratarlo adecuadamente y vivir de la mejor manera posible el mayor tiempo que podamos.